7 de la mañana tras un largo puente. Me levanto como un resorte de la cama, la cabeza lleva ya varias horas trabajando al ritmo que marca el nudo que atenaza mi estomago.
Aborto los brotes de lo que no hace mucho fue una barba descuidada hasta parecer de nuevo un adolescente. Me aseo y perfumo en exceso como siempre critiqué a quienes habitualmente lo hacen. Busco la combinación que me ofrece el día y me pongo las lentillas durante tantos meses abandonadas en el cajón de la dejadez. Todo ello pensado para ofrecer mi mejor versión.
Monto en el tren que nos junta. Viajando a través de mi iPod elijo la canción de la semana con la que todos los días te machacaré nada más llegar. Quiero que captes su mensaje, que busques su traducción, que intérpretes esos 3 o 4 minutos que dicen tanto de mí en estos momentos pero que intuyes..., también podrían estar hablando de ti.
9 menos 5 de la mañana. A punto de cruzar la puerta 107 nervioso como un niño la noche de Reyes, por fin recojo la recompensa a mi pequeña liturgia: tengo tu sonrisa.
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