domingo, 25 de julio de 2010

1988


Ya eran varios los cumpleaños tristes sin el sonido de "Las mañanitas" al despertarme. Ya no había saltos de baldosa en baldosa esquivando fuegos ficticios, aunque en mi interior deseara volver a sentir subir escalones de dos en dos. Siempre esperé caramelos junto a las vueltas en la peluquería, pero no hubo más dulces de fresa sino amargura en mi paladar… La vida real es un tortazo sin polvo de hadas, para los aprendices de Peter Pan.

Pero aquel verano fue distinto: estuve toda la noche a tu lado mientras montábamos nuestro fuerte de tela y algodón. Fue ese el parque de noche de verano donde hablamos horas sin importar las manecillas del reloj, la cueva junto al mar donde curé tus heridas con tiritas de dibujos, la tienda de caramelos donde comimos helado hasta reventar... Fue también ese el mágico lugar donde, nervioso como un flan, te di la mano.

En nuestro interior siempre figurará 2010 como el año que regresamos al verano del 88: el año que volvimos a ser niños.

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